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El peso del estudio tradicional

La mochila de los estudiantes hoy solo se diferencia con los estudiantes de hace 30 años en los colores y las marcas, el contenido es básicamente el mismo

niño con mochila y libros antiguos

Hace unos días, Laura mi hija mayor (12 años) cogió una báscula portátil que tenemos en casa, la usamos para pesar las maletas antes de ir al aeropuerto, y pesó su mochila del colegio, no con todos los libros, sino con los libros del día siguiente. Posteriormente lo publicó en su blog preguntando a los lectores si ese peso les parecía normal.

 

Ver los chicos ir al colegio con mochilas cargadas de papel me duele. No solo me duele por lo insensibles que somos con el medio ambiente, sino porque es la misma imagen de cuando yo iba al colegio, y de eso hace más de 30 años –aunque me duela admitirlo.

 

El mundo ha cambiado muchísimo en los últimos 30 años, pero la preparación de nuestros herederos ha incorporado lo menos posible. He estado sentado al lado de políticos que comentan asombrados la increíble facilidad que tienen los llamados “nativos digitales” para hacer uso de tecnología, sin embargo ninguno de ellos se atreve a incorporarla en el colegio.

 

En la última huelga de profesores (en España) me lamenté muchísimo de ver a profesores y maestros, reclamando cambios en el sistema educativo, cambios que (algunos) no entienden ni se han molestado en leer. Como es costumbre, estos son solamente actos porque los gobiernos igual hacen los cambios. Llama la atención que la próxima vez que se proponen cambios, nuevamente profesores y maestros reclaman, a mí me dan a entender que no quieren los cambios porque el sistema actual es el que apoyan, justo el que protestaron la última vez. Sin embargo,  he de decir que después de cumplir los 40 he aprendido que simplemente es naturaleza humana, el rechazo al cambio.

 

Pero lo que realmente me duele, es que las protestas de profesores, maestros, padres y alumnos no son para pedir el cambio. Para anticiparse, o en realidad hoy, para intentar alcanzar la era digital en las aulas.

 

Como es normal, en casa la inteligente es mi mujer. El curso pasado decidió que teníamos que cambiar de colegio para las niñas. Un colegio que estuviera más alineado con el Siglo XXI. No lo encontramos. Elegimos el más cercano a lo que queríamos, uno que introduce un iPad como herramienta para niños en secundaria. De mi parte encantado, una tableta ofrece recursos ilimitados y rompe muchísimas barreras.

 

El día que Laura pesó la mochila, el contenido era libros, cuadernos, y ahora además un iPad. En la última reunión de padres, muchos se quejaron del uso del iPad, lo llamaron distractor.

 

Lo primero que pensé, y creo no equivocarme, es que el colegio aun cuando quiso acercarse a la tecnología hizo un pobre acercamiento a los padres. Pero después he pensado que el primer paso es de los interesados.

 

Quién puede estar más interesado en que mis hijas se preparen lo mejor posible para el mundo real, no para el mundo que me gustaría heredarles, sino el mundo real en el que les tocará vivir. Yo soy el primer interesado, mi mujer conmigo. Y tendría que ser la sociedad.

 

El modelo actual (en España) para emprender está basado en tecnología. Chavales de 20 años y poco más se presentan en rondas de inversión presentando como idea un App o una web. Y muchas consiguen hacerse realidad. El capital viene de fondos públicos y privados. Los discursos de políticos y directivos son el mismo, contado en diferentes estrados, pero el mismo, no lo cambian: innovar para liderar. Decirlo es fácil, hacerlo parece imposible. Porque la innovación es lo que menos motivamos. Motivar la innovación no tiene que ver con hacer aportes de capital para una App, motivar la innovación es incluir el gen en el ADN de nuestra población, empezando por las bases, por quienes liderarán nuestro mundo en 10 y 20 años.

 

Estudios tradicionales solo pueden crear profesionales tradicionales, y por consiguiente sociedades tradicionales, con productos y servicios tradicionales… para los pocos clientes tradicionales que quedan.

 

Insisto, no esperemos el cambio, no nos resistamos al cambio, pidamos el cambio. 



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